miércoles, 15 de octubre de 2008

Migas de Marcia en un domingo serrano. Por Vero

Domingo otra vez, un verdecito percudido cubre a la ciudad.
Generalmente hace sol, a veces llueve y de vez en vez nos sorprende el granizo. Sin importar pronostico alguno, todos siempre se reúnen en casa de don Alberto.

Para romper su rutina dominguera, Marcia me trajo una sorpresa.
«Cachos, cachos!, ¿Será verdad?, seguramente se trata de sus típicos chistes» lo comente a mi axila. La vieja gritona solamente trae barajas, escándalo y alcohol. Inoportuna masa gigante de lycra fucsia que rompe con la tranquilidad de los lentos y pacíficos integrantes de mi familia primera. «Vieja bestia» le dice mi papa, así lo pienso yo.

Volvamos a la sorpresa. Dentro de su marciana tondes, algo no redondeaba bien su cuerpo, «Aquí esta tu regalo» me dice. Admito que me emocione un poco, que me traerá, pensé. «Hagamos las paces» se atreve a soltar mientras saca la imperfección. Era una funda negra sin gracia. Vieja mala, caí de nuevo en su humor mata infancia.

-Porque pones esa cara, Rafa. Si solo es la funda. Ábrela y ya.

Apretó mi brazo como de costumbre e insistió, «ábrelo guambra caraja, que me quiero reconciliar contigo». El resto de la gente en la sala noto algo. Mi mama me saco los ojos.

Contra mi voluntad abrí la funda. Me encontré con una gran variedad de texturas, formas, brillo y azúcar. Cosas envueltas en fundas y otras masas desintegrándose. Parecían dulces, pero que raros, no me apetecían. Un dulce es otra cosa. Colores fuertes, muñecos y letras grandotas, eso si abre el apetito.

-Que es esto, tía Marcia.

-Son los dulces de antes. Vos no sabes lo q es bueno, hijita. Prueba no mas te dijo.

-Trajistess dulces! se exalto mi mama, regando un poco del te que servia en la mesa

La hora prevista para el café vespertino se trizo De pronto por las ventanas, detrás de los maceteros, de las patas de las sillas, del bodegón y de la naturaleza muerta, asomaron los parientes y hasta el Oso que es perro, al acecho de la bolsa negra.

«Aaahh», no entendía nada, « ¿que les pasa?». Todos rebuscaban, escarbaban, hacían ruidos, salpicaban, llovían babas, granizaban migas. Parecían delirar de placer. Cuando baje la mirada ya no quedaba nada. La funda murió entre mis manos a causa de la letal baba final del perro.

De pronto todos estaban sentados en la mesa. El centro de atención ya no era yo. El resto del clan de tías no hablaba de mi belleza, ni de mi inteligencia, sino de la rica dulzura que es el pasado. « Me muero, se han perdido los valores, las tradiciones ».
Que soy nuevona dice mi papa y sonríe viendo mi cara de cuica cuando se habla sobre el paso del tiempo. Entre café y humitas, festejaban a la tía Marcia, por tan dulce recuerdo en el paladar. Buena táctica, se reconcilio con todos pensado hacerlo solo conmigo.

-Te dije Rafaela, soltó una risotada. Hay que aprovechar las cosas mientras las tienes.

…Se eso y entiendo el pasado pero en ese momento no lo quise discutir. Mejor fui a ver televisión.